"No me gusta la denuncia polÃtica en el cine", nos confesaba un distendido Paul Verhoeven, "a menos que se haga con una sonrisa". Argumento tan cuestionable como debatible pero que el director respalda con hechos. O mejor, con pelÃculas. A Verhoeven se le da de maravilla provocar, echar discursos y jugar con el humor negro. Demostrado queda con "Starship Troopers", alegato descarado pero sutil contra la militarización de la sociedad.
DecÃamos que "Black Book" es un Verhoeven de pura cepa. Y lo es por una sencilla razón: el padre de "DesafÃo Total" se muestra fiel a si mismo. Sin caer en ningún momento en la sensiblerÃa, "Black Book" nos regala un desfile de nazis aficionados al exceso de sexo y crueldad y partisanos con cazadoras de cuero que conspiran en el sótano de una casa vieja. Incluso hay sitio para el clásico ataque al cuartel del enemigo, perpetrado con nocturnidad y alevosÃa.
En ningún momento le tiembla el pulso al cineasta y nuestro hombre se decanta, de lejos, antes por la aventura que por el drama de tintes polÃticos. "Black Book" es una de esas pelÃculas que saben a tópico y en las que, precisamente a causa de ese sabor, se acaba imponiendo el regusto de lo inolvidable. Los minutos avanzan como segundos mientras en pantalla danza la vida de una judÃa, guapÃsima protagonista (de nuevo Verhoeven demuestra un tremendo ojo para escoger a sus despampanantes heroÃnas) que pasa de la inactividad clandestina a la acción directa en el corazón de la resistencia.
Lo mejor: que en las lÃneas de un supuesto discurso plano se esconde un juego de espejos. El mensaje es brutal: no hay sitio para la inocencia ni lugar para los absolutos. Y que los salvadores de la patria, los orgullosos miembros de la resistencia, pueden ser tan perversos y crueles como el enemigo al que juraron combatir.
Escrito por Xan Pita