Tras los casos del basajaun y el Tarttalo, Amaia Salazar se enfrenta en esta ocasión al asesinato de niñas recién nacidas, todas ellas asfixiadas, cuyos cuerpos son robados para ofrecer a Inguma, demonio que se alimenta de sus almas.
De una forma magistral, Dolores Redondo finaliza una historia que comenzó en El guardián invisible y continuó con Legado en los huesos, uniendo todas las tramas policiales anteriores, desde las chicas asesinadas hasta los brazos amputados a mujeres, asà como a las recién nacidas asfixiadas por sus propios padres, aunando asimismo el thriller con lo sobrenatural.
En esta ocasión, el instigador de todos los crÃmenes es alguien del que el lector más perspicaz, curtido ya en las tramas del género negro, ha sospechado en las anteriores entregas. Pero el hecho de que la resolución del caso no resulte sorprendente no resta interés a una historia que enganchará desde la primera hasta la última página.
Quizás se eche en falta la presencia del basajaun, del que se podrÃa esperar más relevancia en esta novela debido a su importancia en las anteriores, pero la autora consigue llevar el ritmo de la historia con maestrÃa, haciendo que este hecho no resulte tan importante.
Además, y de forma bastante inteligente, a lo largo de la trilogÃa, Dolores Redondo va dejando pequeños detalles de una investigación llevada a cabo al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, donde un amigo de Amaia Salazar, que realizó un curso del F.B.I. años atrás, parece necesitar su ayuda. Acabando de esta forma la novela, la autora se permite dejar una puerta abierta para volver a recrear el universo sobrenatural que ha ido desarrollando a lo largo de aproximadamente mil quinientas páginas, por lo que no serÃa de extrañar que en poco tiempo volviésemos a tener noticias de la inspectora Salazar.