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Póster:
- Titulo Original: Crimes of the future
- Año: 2022
- Director: David Cronenberg
- Guión: David Cronenberg
- Reparto: Viggo Mortensen, Léa Seydoux, Kristen Stewart, Scott Speedman y Welket Bungué,
- Duración: 107 minutos
Ahora sí, la “nueva carne” ha retornado. El nuevo David Cronenberg vuelve a ser el de sus inicios y nos brinda un body horror como mandan los cánones. Los cánones que él mismo impuso.
Tras una etapa en la que vertió sus proyectos en una senda más cercana al thriller e incluso a historias de mafiosos, recupera el genio canadiense su verdadera esencial remakeando una pequeña y barata película que ya filmó en los setenta y que prácticamente nadie recordaba.
Cuando la especie humana se adapta a un entorno artificial, el cuerpo humano es objeto de nuevas transformaciones y mutaciones. Con la ayuda de su compañera Caprice (Léa Seydoux), Saul Tenser (Viggo Mortensen), célebre artista performativo, escenifica la metamorfosis de sus órganos en espectáculos de vanguardia. Timlin (Kristen Stewart), una investigadora de la Oficina del Registro Nacional de Órganos, sigue de cerca sus prácticas. Es entonces cuando un grupo misterioso aparece: desean aprovechar la fama de Saul para revelar al mundo la próxima etapa de la evolución humana…
En primer lugar, crea con bastante solvencia este universo desde la génesis. La película no es tan espesa como otros títulos del director en esta misma corriente. Tal vez ello la ha llevado a las salas de cine. Bueno, ello y su elenco; Mortensen, Stewart y Seydoux se las ingenian para llenar la historia cada vez que hacen acto de presencia en pantalla.
Es hipnótico como Cronenberg le hace un homenaje a su propio cine, sin parodiarse, sin engrandecerse, sin autocopiarse. Simplemente una historia que contiene unos elementos en los que el realizador se mueve como pez en el agua. Un argumento neonoir con toque bien perturbadores. Así ha construido siempre su gore, de forma poética y creando un enigma en pantalla al que te tienes que agarrar y dejarte llevar.
Si bien, no es su mejor película ni a años luz, ni siquiera la más marciana, toca de refilón estos dos palos. No logra, porque directamente no intenta superarse a sí mismo. Da la sensación que esta historia era una espina clavada en su carrera, quería realizarla bien y no con los pocos medios con los que la llevo a cabo allá por 1970. Aquella, que sería un borrador de lo que acabaría siendo el estilo y la gran parte de la filmografía del director. Con todo esto, aquí, parece querer venir a culminar de forma inquietante, como no podía ser de otra manera, todo un estilo, una ola y una corriente que él mismo se inventó y que parece querer poner fin tras un largo periplo explorando otros géneros.
En resumidas cuentas, no es solamente todo esto, la película en si es una performance, pero de las buenas, no de las modernitas. De hecho, es a su vez, una crítica feroz a este mundo en el que la línea es delgada entre el artista y el impostor.