Octava (y hasta ahora) última entrega de las andanzas del famoso niño mago, que no es un libro sino una obra de teatro.
No solamente es un tópico, sino que además, era previsible: cuando la saga de Harry Potter llegó al final en su séptimo volumen, convertida ya en un éxito editorial sin precedentes que se vio además reforzado por la serie de películas adaptando los libros (otras siete, aunque la última se dividió en dos partes), fueron muchísimas las voces que aseguraron que la escritora J. K. Rowling (Yate, Inglaterra, 1965) le daría continuidad a la historia alguna vez. Y ciertamente, así lo ha hecho… pero como no podía ser de otra forma cuando estamos hablando de una de las escritoras más sorprendentes de los últimos tiempos, lo ha hecho como nadie se esperaba: ni libro, ni película… sino obra de teatro, a la que dieron forma los dramaturgos John Tiffany y Jack Thorne, responsables también del texto, que es de lo que ahora estamos hablando aquí.
Y es que el resto, es decir, la obra de teatro, ya es historia: éxito rotundo desde su estreno en Londres el 30 de julio de 2016, llegó después a Broadway con las entradas más que agotadas y en cartel se mantiene, y quienes han podido verla aseguran que tanto los efectos especiales como la ambientación y la caracterización de los personajes resulta del todo espectacular. ¿Y la historia? Pues teniendo en cuenta que lo que se ha publicado primero en el Reino Unido y luego en España a cargo de Ediciones Salamandra (en septiembre de 2016) son los guiones de ensayo (lo que significa que, una vez más, no hablamos de una novela, sino de un texto teatral, y ni siquiera definitivo), es poco lo que se puede juzgar, aunque no cabe duda de que las premisas en sí son de lo más atractivas: ambientada diecinueve años después de la que fue la última aventura de Harry (“Harry Potter y las Reliquias de la Muerte”), nos presenta a los personajes de siempre con preocupaciones de adultos, pasando el testigo a los hijos de éstos, que tienen que lidiar con las personalidades de sus propios padres… empezando por Albus Severus Potter (el hijo de Harry a quien conocíamos en el último capítulo del último libro) y siguiendo por Scorpius Malfoy (el hijo de Draco, un personaje la mar de interesante), que son dos de los verdaderos protagonistas de la historia.
Y desde luego, y a pesar de que hayan sido otros los que le hayan dado forma a la historia y tal vez incluso ideado a grandes rasgos, se nota detrás la mano de Rowling, limando aristas (aunque no todas, ciertamente) y puliendo una historia de los que sin duda son los personajes que ella creó pero llevados aún más allá, tanto a realidades alternativas como a la persecución de cosas (y personas) que ni son lo que parecen ni son capaces de ser más (o menos). Y desde luego también, seguramente el medio teatral sea el mejor para sacarle a esta historia todo el partido que tiene, ya que es muy probable que no funcionase como película, e incluso me atrevo a decir que tampoco funcionaría como novela, porque es algo que está a caballo entre ambas y que no pertenece a nada que no sean las tablas y la pericia de unos actores a la hora de hacerla más (o menos) creíble. Pero para quienes no hemos tenido oportunidad de ir a verla, no es ni mucho menos un mal consuelo poder leerla y disfrutarla…
-Un personaje: Harry, con los 40 cumplidos y todo lo que le atormenta.
-Otro personaje: Albus Severus, tan distinto (y tan parecido) a su padre.
-Un personaje de más: el pobre Ron, que por desgracia aquí se parece mucho más al de las películas que no al de los libros.
-El personaje definitivo: sin duda, Scorpius Malfoy, por todo lo que aporta a la saga.