- Póster:
- Titulo Original: Saint Maud
- Año: 2019
- Director: Rose Glass
- Guión: Rose Glass
- Reparto: Morfydd Clark, Jennifer Ehle, Turlough Convery, Lily Knight y Lily Frazer
- Duración: 84 minutos
Cancelaciones de estrenos y retrasos en la llegada de títulos a las carteleras son el día a día de la distribución cinematográfica a día de hoy. Y aunque nos pese, nos tenemos que acostumbrar a esto muy a largo plazo porque, qué queréis que os diga, el “esto ya va a pasar” yo no me lo trago, entonces esto es lo que hay.
Tras el espejismo de Wonder Woman 1984 llegó la cinta que hoy nos ocupa, representando al género durante muchas semanas en nuestras pantallas hasta que llegó para acompañarla la ya reseñada en esta casa La Maldición de Lake Manor. No sin puntualidad me aventuro con la crítica de una de las pocas películas de horror que veréis en mucho tiempo en nuestros por ahora abiertos cines.
Maud es una joven enfermera que, tras un oscuro trauma, se vuelve devota de la fe cristiana. Cuando empieza a trabajar cuidando a Amanda, una bailarina jubilada enferma de cáncer, la fe de Maud le inspira la obsesiva convicción de que debe salvar el alma de su paciente de la condena eterna... sea cual sea el coste.
Cuando digo “horror” quiero decir “pause horror” y ya sabréis que cuando digo “pause horror” la gran mayoría de las veces quiero decir “drama con tintes (pocos) de terror”. Pues bien, nuestra Saint Maud no se libra de esto. Aunque se trata de una corriente joven, el esquema y estilo de narración ya cansa y la sensación de que te han colado un dramón intimista está latente durante todo el film. Un dramón en el que el personaje exhibe un mundo interior pesimista y complejo que poco importa y nada aporta al desarrollo de la película y por supuesto le vuelve a hacer un flaco favor a la etiqueta de terror. Si llevamos la reseña al terreno de no explorar la cinta tratándola como género puro y duro le podemos sacar elementos positivos al trabajo de Rose Glass. Por ejemplo, es una buena simbiosis entre el ejercicio visual, con todo tipo de estampas malsanas, y el de profundizar en la fe cristiana de la protagonista. En este sentido el título cumple y tiene sus mejores minutos durante los compases en los que Maud se encuentra cuidando a la bailarina enferma. Al menos para mí, en el momento en que esta relación se rompe la película decae y me deja de interesar. Como digo, siempre lejos de la etiqueta de “horror” la directora consigue crear un vínculo curioso entre los dos personajes y las situaciones que suceden a su alrededor y que involucran a ambas.
El final es cañero, tal vez lo más destacable realmente de Saint Maud y el ritmo era lo que pedía, pero viene precedido de unas secuencias que difuminan la película a grandes niveles.
En resumidas cuentas, catalogaría Saint Maud no como una mala película, sino como la enésima que te vende lo que no es y que a media narración se queja coja irremediablemente.