En un atípico y esperemos que único Sitges, nos encontramos con una de las mejores programaciones de los últimos años para servidor. Entre tanto título fue Sangre Vurdalak uno de los que más llamaban mi atención, ya no solo por que traiga la firma tras la cámara de Santiago Fernández Calvete, autor de la inmensa La Segunda Muerte, sino por que este medio cubrió, en su día, hace ya algo más de dos años, un mercado en el festival brasileño Fantaspoa donde Calvete expresó sus intenciones sobre la película.

Tras ir a matar a un vampiro, un hombre regresa a casa en la hora mágica, entre el día y la noche. Su familia duda si sigue siendo humano o si ha sido mordido por el no-muerto. Su hija adolescente está dispuesta a defenderlo, pero las dudas y el miedo crecen en el hogar a medida que se acerca la oscuridad de la noche.

Con todo lo saturado que está el género de vampiros ya de por sí, Santiago se tira a la piscina y factura una cinta tan personal como efectiva, que no muestra ningún signo de debilidad pese a un presupuesto, entendemos, ajustado. Todo lo contrario en realidad, la película recluta todo ese imaginario argumental de forma feroz. Recupera ese toque mágico que ya tenía La Segunda Muerte y te sumerge en una historia que recuerda a ciertas propuestas oscuras de los setenta e incluso a producciones Hammer, tanto vampíricas como no.

Va, incluso, más allá, redactando un discurso familiar y adentrándose en los conceptos de las uniones entre la sangre sin caer nunca en la pretenciosidad. Lo cual, tiene su mérito, tratándose de una producción de terror independiente que quiere narrar algo que sorpase al mismo horror, dándole profundidad al relato.

Otro de los elementos que Fernández Calvete consigue combinar a la perfección es que tanto atmósfera, lúgubre y opresiva, como interpretaciones, pulidas y adaptadas al entorno, van de la mano, logrando así una simbiosis que refleja, al final, el conjunto del film.

En resumidas cuentas, véanla si pueden. No decepciona para nada este, uno de los títulos más atractivos de este pandémico Sitges. Una película de terror de las de toda la vida; digna, de duración justa y que funciona y aterra a partes iguales.