Increíble, pero cierto. Ciertamente, es muy probable que a los degustadores de literatura fantástica o de demás casillas artificiales de géneros aledaños les suene el nombre de Clive Barker (Liverpool, Inglaterra, 1952), pero seguramente lo que les evoque será un mundo de pesadillas surreales y terroríficas tanto en su vertiente literaria (con sus recopilaciones de relatos tituladas tan expeditivamente como “Libros de Sangre”) como cinematográfica (con películas ya míticas como “Hellraiser” o “Razas de Noche”, que también se retroalimentan de sus escritos, basándose en ellos o generando otros nuevos). Alabado por voces tan autorizadas como la de Stephen King, Barker se ha ganado a pulso un lugar entre los creadores de malos sueños, y lo ha hecho con originalidad digna de agradecer, en un género (el terror) que muchas veces es justamente acusado de insulso o repetitivo…
De ahí que sea sorprendente (de hecho, muy sorprendente) que este prolífico hombre decidiese un día probar suerte en la construcción de mundos fantásticos poblados de magia y seres sobrenaturales (aunque a fin de cuentas, esos son parámetros en los que su obra nunca ha dejado de moverse), y allá por 2002 publicase este “Abarat” (que aquí nos llegó un poquito más tarde, aunque es de agradecer que Oz Editorial haya hecho el esfuerzo y lo haya traído hasta aquí doce años después, es decir, en 2014), primera parte de una serie de libros ambientada en un mundo que consiste en veinticinco islas situadas en un océano… en cada una de las cuales solamente existe una hora distinta (y sí, hay una “hora 25”). Es decir, veinticinco mundos distintos y únicos en su idiosincrasia, aunque conectados por ciertos ámbitos y eventos que los cohesionan tanto en su propio pasado con su propio futuro. Y una de las cosas que los cohesionan es precisamente una joven, Candy Quackenbush, que accederá hasta ese lugar cuando invoque al océano nada menos que desde Minnesota, Estados Unidos, con la ayuda de una criatura de aspecto humano pero con cuernos de siete puntas en cada una de las cuales hay una cabeza que habla y piensa por sí misma…
Y es que, claro está, estamos hablando de Clive Barker, y por eso no podemos esperarnos una novela al uso ni un texto que podamos encasillar a voluntad, ya que después de un comienzo más o menos habitual (chica descontenta con su vida llega a mundo mágico), prácticamente cada capítulo nos obliga a detenernos y a visualizar con más o menos detenimiento aquello que su autor nos sugiere, y que además de no tener pies ni cabeza muchas (muchísimas) veces, suele dar un pavoroso pero refrescante miedo nada habitual en estos lares… Y ahí está la gracia, por supuesto: en la originalidad que desprende un relato que a veces podría parecer infantil, y que sin embargo esconde muchos (muchísimos) secretos agradables y que hacen que uno se quede con ganas de más. De mucho más, sin duda alguna.
-Un personaje bueno: la propia Candy, que cae bien desde el principio a propios y extraños, y que seguro que es más (mucho más) de lo que parece a primera vista.
-Un personaje malo: el siniestro Cristopher Carroña, con un casco de pesadillas que flotan a su alrededor, y que parece sacado de una película de Mad Max.
-Un personaje distinto: John Fechorías (y sus siete hermanos, por supuesto).
-Un personaje definitivo: el propio mundo de Abarat, y su mar con nombre propio, Izabella. Cualquier cosa que suceda en un lugar así es más que interesante…