Este parece ser el año de las brujas (cinematográficamente hablando, que ya os veo venir). Voces, Madre Oscura, Jóvenes y Brujas y ahora esta The Witches.

Vuelve Zemeckis a nuestras pandémicas pantallas con un combo que no podía fallar. Y no falló. Adaptando relato de Roald Dahl, con Anne Hathaway, Octavia Spencer o Stanley Tucci en el cast, Alan Silvestri a la música o Guillermo del Toro como uno de los principales productores del film. Como digo, pese al esperado tono infantiloide, la película resulta ser una bocanada de aire fresco.

Cuenta la conmovedora historia de un pequeño huérfano (Bruno) que, a finales de 1967, se va a vivir con su querida abuela (Spencer) a Demopolis, un pueblo de Alabama. El niño y su abuela tienen extraños encuentros con algunas brujas aparentemente glamurosas pero absolutamente diabólicas, así que ella decide quitarse de en medio y llevarse al chico a un hotel de lujo en la costa. Por desgracia, llegan exactamente al mismo tiempo que la Gran Bruja (Hathaway) que ha reunido a sus compinches de todo el planeta -que van de incógnito- para llevar a cabo sus horribles planes.

Una cinta familiar divertidísima esta nueva adaptación (que no remake de la versión noventera) que, tal vez, podría haber apostado por un tono algo más oscuro, pero que se queda con un target generalista y reduce los momentos macabros a un par de secuencias realmente malrrolleras. El resto, goza de mayor corrección y de enfocar el producto a un público más abierto, algo que no impide que Zemeckis logre invocar el tono mágico del cuento.

Anne Hathaway brinda una interpretación encantadora, mostrándose histriónica y autoparódica consigue ser la verdadera estrella del espectáculo, pasando de la sensualidad al horror con solo quitarse un guante.

Aventuras, humor, horror y un final fiel al escrito de Dahl avalan la nueva peli del director de Regreso al Futuro, que ha cargado con la responsabilidad de darle a un buen número de generaciones su primer contacto con el universo del escritor inglés, y sale airoso de ello. Algo así como lo que hizo Burton conmigo y otros cuantos con su Charlie y la Fábrica de Chocolate, que también cumplió sobradamente.

Un historia que aunque retorcida consigue enfrascarse en no rechazar a ningún tipo de audiencia, y eso, es un auténtico talento.

En resumidas cuentas, véanla. Es disfrutable aún estando, eso sí, a años luz de los mejores trabajos de su realizador.