Con la que está cayendo, siguen llegando estrenos a las salas y, aunque a cuentagotas, podemos degustar cine fantástico o de género en pantalla grande durante estos últimos meses de pandemia gracias a ciertas distribuidoras.

Hace un año veíamos la adaptación de la conocida leyenda latina en su formato más mainstream, integrándola dentro del Warrenverse, un film que dentro de lo normalito que es, bien sirvió para poder quitarnos el mal sabor de boca que nos dejó The Nun. Hablo evidentemente de The Curse of La Llorona, una cinta con mucho más presupuesto que la reimaginación guatemalteca que nos ocupa y que podemos ver desde este fin de semana en algunas salas.

Con las palabras "si lloras, te mato" resonando aún en sus oídos, Alma y sus hijos son asesinados en el conflicto armado de Guatemala. Treinta años después, se abre una causa penal contra Enrique, un general retirado que estuvo al frente del genocidio. Pero el juicio es declarado nulo y él es absuelto, y el espíritu de La Llorona se libera para vagar por el mundo como un alma perdida entre los vivos. Por las noches, Enrique comienza a escucharla llorar. Su mujer y su hija creen que está sufriendo accesos de demencia relacionados con el Alzheimer. Ninguno de los tres sospecha que su nueva ama de llaves, Alma, planea infligir venganza para enmendar lo que para ella fue un juicio injusto.

Su director, Jayro Bustamante, la enfrascada dentro de la “trilogía del desprecio”, junto a sus títulos Temblores e Ixcanul. La película, como digo, explora la popular leyenda desde un punto de vista político, poniendo en mayúscula el ajusticiamiento de escalas sociales por encima de la atmósfera lúgubre que pide a gritos el personaje. Algo muy socorrido y visto últimamente en producciones de presupuesto ajustado y que usan el terror como mecanismo intrusivo para acceder al drama denunciativo mediante otro tipo de público. Al principio podía tener su gracia, pero la tendencia se ha convertido en llevar a cabo una película tipo, donde lamentablemente, importa más un mensaje más propio de un locutor de radio o titular de periódico (los acontecimientos están basados en hechos reales) que trabajar con las herramientas que el género ofrece.

A su favor, decir que está bien realizada, no como otras que entrarían dentro de sus cánones argumentales de subtrama. Filmada con estilo e interpretada con contundencia, no se trata de una mala película para nada. Mis comentarios no van por ahí, es simplemente que se no se aprovecha bien la presencia del ente o, no tiene continuidad creíble con lo que la historia principal intenta denunciar o mostrar a una audiencia que saldrá de la cinta más indignada con ciertas situaciones actuales a las que el film hace alusión que aterrorizada. Muchos dirán que eso también es terror, pero no cuela. Al menos para mí.

En resumidas cuentas, una muestra más de lo mucho que el cine latinoamericano puede hacer con poco a nivel técnico y visual. Pero es también una prueba de que hay que separar y diferenciar entre el género y los panfletos políticos.