La pregunta que nos hacemos todos a estas alturas, antes de nada, es ¿necesitábamos otra adaptación del cuento de Carlo Collodi? Según Guillermo del Toro si, asique allá que nos la presentó. Primero y de forma limitada en salas, y definitivamente en Netflix para deleite del 90 % de los “cinéfilos”. Misma fórmula que ya hiciera Scorsese con su El Irlandés.  

Justo en el mismo año que nos llegaba la sonrojante versión en live-action de Disney dirigida por un irreconocible Robert Zemeckis, y solo dos años después de la adaptación italiana de MatteoGarrone con Roberto Benigni como Geppetto, volvemos a la aventura del niño de madera, esta vez bajo la visión de Del Toro. Este año incluso veremos una nueva versión en formato animación tradicional cuyo morboso título es Pinocho, la historia jamás contada. ¿Seguro? 

Ambientada en Italia durante la década de 1930. Guillermo del Toro y Mark Gustafson, un maestro en esto del stop-motion este último, dirigen esta película, que en la versión original cuenta con un reparto estelar de voces: Ewan McGregor (Pepito Grillo), David Bradley (Geppetto) y el debutante Gregory Mann (Pinocho). También participan Finn Wolfhard, Cate Blanchett (ganadora del Óscar), John Turturro, Ron Perlman, Tim Blake Nelson, Burn Gorman, Christoph Waltz (ganador del Óscar) y Tilda Swinton (ganadora del Óscar). 

En boca del propio Guillermo, el proyecto más ambicioso de su carrera hasta ahora. Suena algo excesivo teniendo en cuenta la filmografía del mexicano, pero creámosle.  

Este musical stop motion arranca con muchísimo ímpetu, tocándote el corazoncito y divirtiéndote en sus primeros compases, presentando además un comienzo de historia al que no estamos acostumbrados en la historia de la marioneta italiana. Pero llegando al segundo acto, la cinta se va difuminando entre costumbrismos varios del cine de plataformas y la idea de politizar, tal vez en exceso, la historia. Aun así, las imágenes continúan siendo potentes y la animación hecha de artesanía pura no deja de fascinar.  

Todo un alegato antifascista que trata temáticas como la familia o el paso del tiempo. O la influencia de ambos el uno con el otro. En este sentido contiene hallazgos interesantes, pero siempre queda, tras ese crudo final, la sensación de que se podía haber explotado muchísimo más.  

No renuncia, por otro lado, a la comedia ni al componente humorístico que varios de sus personajes tienen la virtud de aportar. Es aquí cuando encontramos varios de los mejores momentos de la película, junto a los momentos de muerte temporal de Pinocchio. Una suerte de ensoñaciones góticas sugestivas con criaturas de estética muy del agrado de su creador.  

En resumidas cuentas, superior con creces a la versión Disney de este año y por un poco a la de Garrone. No así al clásico de animación.