Llevábamos ya ocho años sin ver un trabajo, fuera de televisión, del director Daniel Stamm. Y doce en concreto desde que estreno en las pantallas de nuestro país su recomendable film El último exorcismo, un soplo de aire fresco al ya por aquel entonces manido found footage. Este año vuelve con lo que parece ser su subgénero fav, es decir el de posesiones y exorcismos con esta cinta mainstream que viene en forma de salvavidas para los aficionados al horror de todas las edades que quieran hacerse la típica escapadita navideña a su sala de confianza.

Una joven monja, la hermana Ann (Jacqueline Byers), se prepara para un exorcismo y se enfrenta a una fuerza demoniaca que está misteriosamente relacionada con su pasado.

Menuda sinopsis, eh. Muchos pensaréis que ya la habéis leído veinte veces. Bueno, pues la película, también la habéis visto la misma cantidad de veces aproximadamente. Y es que toda la frescura con la que Stamm afrontó su película satánica de 2010, parece haberse perdido aquí, o, más bien, parece haber sido víctima de las exigencias de la major de turno que anda por detrás, en este caso concreto Lionsgate.

No hay ningún pero en el apartado técnico, esta filmada, iluminada y con una puesta en escena notable. Incluso el detalle de incorporar a la trama una monja exorcista, algo que la Iglesia católica no toleraría jamás, le da cierto punch a la película y a priori parecía envolverla en un halo transgresor y subversivo. Algo que también intentó el film mexicano de este mismo año y de revelador título La Exorcista. Pero lejos de todo, el conjunto tiende más a decepcionar que otra cosa. Un argumento que parece tener prisa por desenlazar y un ritmo en determinadas secuencias bastante pobre terminan lastrando una historia que, aunque entretiene, daba la sensación de poderle haber sacado muchísimo más partido. Sobre todo, por la presencia de Virginia Madsen, a la que ya vimos en otra del palo aunque bastante mejor; Exorcismo en Connecticut o por la implicación de Jacqueline Byers, la primera monja que veo en mi vida teñida de rubio platino, tanto en ficción como en la vida real (ojo, no lo critico, es solo un apunte como curiosidad) que se toma en serio su rol y desempeña un papel más que decente.

Por todo lo demás te hará pasar un rato agradable y, quien sabe, tal vez incluso te dé por ponerte a contar todos los jump scares prefabricados que contiene la cinta. Y son unos cuantos.

En resumidas cuentas, Prey for the Devil se encuentra en plena navidad sin competencia terrorífica en cartelera, por lo que será ingerida por una gran cantidad de espectadores. Adolescentes, sobre todo. Una grandiosa jugada de marketing, pero, ¿quién de todos ellos la recordará con estima después de reyes? A Lionsgate no parece importarle mucho. Puede que a Stamm sí.